Al salir de clase

En el camino entre la escuela  y mi casa había diferentes puntos claves: la tienda de Felicita frente al actual polideportivo donde comprábamos golosinas; la casa que estaba en el lugar donde hoy está el terrero municipal de lucha y donde comprábamos los polos; luego estaba la casa del señor Gutiérrez, que enseñaba a tocar diversos instrumentos de cuerda: guitarra, laúd, bandurria y timple; aunque siempre me quedaba un ratito oyendo desde la calle a los niños practicar, nunca me atreví a pedirle a mi madre que me apuntase a sus clases.

Pasado el tiempo, cuando me quedaba por las tardes para estudiar en la biblioteca municipal, el reconocido folclorista Antonio Martín Mederos se ofreció a enseñarme a tocar el timple y llegó a darme un par de nociones, pero como nunca pude comprarme el instrumento, no pasé del “traitrapo, traitrapo”. Con otros señores de los alrededores ocupaban una de sus dependencias del edificio de la biblioteca, allí pasaban las tardes conversando, jugando al dominó y sobre todo tocando.

Pero no solo se usaba la biblioteca para esos menesteres; aunque en aquella época no estaba actualizada, había verdaderas joyas, entre ellas una antología de la tauromaquia encuadernada en piel y otros verdaderos incunables. Yo fantaseaba buscando entre sus estanterías libros prohibidos, esotéricos y misteriosos que nunca encontré.

Foto: El señor Gutiérrez, el segundo por la izquierda, tocando en grupo; inauguración del edificio de la biblioteca municipal en la plaza del cristo; foto de Antoñito enternado y con el cachorro calado.

 

Al salir de clase - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez