Cuento: Gertrude el avestruz

En el Internado sus compañeras de clase la llamaban Gertrude el avestruz, por su largo cuello, sus contundentes muslos y los deformes dedos de las manos, semejantes a las garras de esta ave.

De hecho, solo se sentía cómoda en el corral entre las gallinas. Las observaba como solo sabía hacer una niña como ella, encerrada en su mundo. Las monjas le dejaban pasar las horas muertas entre ellas, porque el único provecho que hasta el momento le habían sacado era que desde que estaba en el colegio, las aves no alborotaban e incluso habían aumentado la producción.

Gertrude las defendía de los depredadores: cernícalos, ratas y perros. Tanto se metió en el papel, que pronto desplazó a los gallos, asumiendo el rol de líder del corral. Los machos solo podían fecundar los huevos cuando ella dormitaba al mediodía después de la comida.

Las  compañeras fueron abandonando el colegio, pero ella seguía allí. Al llegar la pubertad fue creciendo su atracción por las gallinas, muerta de celos aprendió a distinguir los huevos de los pollos machos de los de las hembras. Entonces recolectaba los huevos de los machos y se los llevaba a la hermana cocinera. Pronto solo hubo gallinas y un viejo gallo desplumado, incapaz de subirse a las gallinas, que tenían que contentarse con las caricias que la humana les hacía en el lomo.

La madre superiora empezó a sospechar de su extraña atracción. Decidió ponerlo en conocimiento del obispo, pues Gertrude había sido abandonada por sus padres a la puerta del convento cuando todavía era un bebé.

El caso fue estudiado por expertos de todo el mundo y la prensa mundial se hizo eco del extraordinario fenómeno de la mujer que amaba a las gallinas. La chica, que no estaba acostumbrada a la fama, se hundió en una gran depresión, que solo se aliviaba cuando retozaba en el corral con las gallinas.

Una mañana las monjas se despertaron al oír un tremendo alboroto, las gallinas estaban aleteando y cacareando sin parar. Gertrude se había ido para no volver.

Cuentan que la contrataron en la mayor granja avícola de china por su capacidad de determinar el sexo de los pollos cuando todavía son huevos.  

Imagen: Cuadro del pintor Pedro Lezcano Jaén, titulado "La sexadora de aves".

Gertrude el avestruz - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez