Las bicicletas

En mi casa nunca tuvimos bicicleta de pequeño y aprendimos a montar con bicis prestadas. Pablo incluso llegó a repartir el pan, con tal de llevar la bicicleta de reparto de la panadería. Cuando tuvo edad suficiente, se compró un ciclomotor Velosolex que enseguida se averió.

Estuvo aparcado en casa durante años. Le quitó el motor para intentar repararlo, pero nunca se puso a la labor. Finalmente le regaló el resto del ciclomotor al vecino Mario que lo utilizaba como bicicleta. Como pesaba un quintal y el entusiasmo inicial se fue tornando en hartazgo. Ahora sí, consiguió una buena forma física.

Pero el que le sacaba más partido a su bicicleta era el amigo Luis. Tenía una de esas que frenaba a contra pedal y estaba todo el día levantando polvo cuando derrapaba. La utilizaba para hacer todos los mandados que la madre y algunas vecinas le hacían. Recuerdo una vez que fue a hacer uno a casa de Panchito Reyes. Al ver que cuando venía de regreso no traía le preguntamos por ella, e inocentemente se tiró manos a los bolsillos buscándola.

Para el día de reyes, cuando le regalaban una bicicleta a algún chiquillo de la calle, todos los demás se acordaban de la suya y la calle se llenaba de ellas durante unas semanas. En una de esas ocasiones aprendí a montar con la de Manolo, aunque más de una vez frené contra el muro de las plataneras.

Cuando ya estaba en el instituto, me compré una de carreras con la que me aventuraba a salir a la carretera. Una vez me vine arriba y en una recta adelanté a un camión, pero tan pronto lo hice, me tuve que echar fuera de la carretera para coger resuello. El camionero todavía debe estar partiéndose de la risa.

Foto: Ciclomotor Velosolex.

Las bicicletas - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez