Un regalo muy especial

 

Una tarde llegó mi padre a casa con un regalo para mí. Al parecer oyó a Carmelita que venía de su finca gritando:

—¡Pablito, Pablito, un lagarto, un lagarto! ¡Tiene tanta fuerza que está moviendo las piedras del muro!

Pero al acercarse vio que realmente se trataba de una tortuga. Estaba al borde de la cadenilla de apenas un celemín, que Don Jesús tenía por debajo del albercón chico. Imagino que había llegado allí a través de la acequia. En aquella época todavía se regaban las plataneras a manta y no por goteo, como se hace en la actualidad.

Como no era muy frecuente ver un animal tan exótico, me convertí en la envidia de mis vecinos, sobre todo de Luis, que siempre sostuvo que la tortuga hubiera sido suya, si su madre en vez de asustarse, la hubiese cogido para él.

Le puse el nombre Burocracia por sugerencia de mi amigo Juan Carlos, que era muy aficionado a las viñetas de Mafalda.

La tenía suelta en la azotea de mi casa; pero la tortuga trepó el pretil, avanzó por encima del techo de zinc del gallinero de Pilarito y se lanzó a la mareta grande en forma de ataúd. En esta mareta llegamos a improvisar un campo de fútbol más de una vez, aprovechando los periodos en que estaba vacía.

Al cabo de unos meses oí a mi padre agitando los brazos y gritando desde el barranco:

—¡Rito! ¡Rito! ¡La lechuga!

Fui a su encuentro y al acercarme vi de lo que se trataba. Era la tortuga que había vuelto a las plataneras, ahora en las conocidas como las nuevas. Estas eran otras cadenas que Don Jesús había plantado hacía poco tiempo.

Me la volví a llevar a casa y la acomode dentro del gallinero donde teníamos: las gallinas, las palomas, las tórtolas y hasta un pato. Pero a este último no le gustó mucho su nueva compañera y le hizo una herida. Visto el mal recibimiento que le ofrecieron, tuve que volver a soltarla en la azotea. Esta vez se volvió a escapar definitivamente.

En ese momento me consolé pensando que en el fondo era mejor que recobrase su libertad. Pero luego me enteré de que tuvo un final trágico. Había muerto en la tronera del túnel, aplastada al cerrar la bomba que controlaba la salida de agua de la mareta.

Un regalo muy especial - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez