Un tesoro de la ruta de la seda

Si tenemos en cuenta que María del Carmen y Jesús ya tenían una hija, es difícil entender que se decidieran por iniciar los trámites de una adopción internacional. Optaron por realizarla en uno de los países pertenecientes a la antigua unión soviética, concretamente en Kazajistán. Los requisitos y trámites que tuvieron que cumplir antes de tener en sus brazos a Nadezda (Nadia) fueron una verdadera carrera de obstáculos. Luego tuvieron que realizar un largo viaje en un avión que no reunía las mejores condiciones; justo en el momento que alcanzaba la altura y velocidad de crucero sintió un dolor agudísimo sobre el ojo derecho que se fue extendiendo hasta lo alto de su cabeza siguiendo una perfecta línea recta. Era como si un gusano le estuviera haciendo una trepanación del cráneo con la precisión de un láser; por suerte restablecieron la presión en el interior del avión y cesó el dolor.

Desde que supo que su hija sería de esa zona de Asia, Mari se había imaginado el viaje hasta allí de otra manera. Soñaba en una ruta más romántica, tal como lo hubiese hecho Marco Polo, formando parte de una caravana atravesando la ruta de la seda, llegando a Samarkanda y desviándose al norte hasta Karagandá, para finalizar en Astaná, donde estaba el orfanato de la pequeña Nadia. También especulaban como sería la niña, pues esta zona del planeta siempre fue una encrucijada de etnias y culturas. Nadia resultó ser de origen ruso, aunque en la misma inclusa existían niños de origen mongol y musulmán.

Después de haber convivido con ella varios días en aquel país, en la noche buena de 2010, el día en que cumplía un añito, nos presentaron a la que sería la ahijada de Tere y la alegría de la casa.

Foto: Nadia durante una competición de gimnasia rítmica y Las dos enfermitas, ahijada y madrina después de ser operadas.

Samarkanda - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez