Así se escribe la historia

La última vez que lo vi viajábamos en guagua en el trayecto de Las Palmas a Gáldar. Venía todo el camino hablando con su reflejo en el cristal de la ventanilla. Cuando se percató de que lo estaba mirando bajó la voz. Finalmente se decidió a hablar conmigo en una mezcla de inglés con acento alemán y alguna palabra en castellano:

Please, yo, Cenobio de Valerón.

Asentí con un movimiento de cabeza y toqué el timbre porque ya estábamos llegando a su destino, la parada que está justo antes de empezar el puente de Silva. Entonces le señalé las cuevas del Cenobio y le indiqué que se bajara extendiendo la mano en dirección a la puerta que bufaba mientras se abría. Tras una breve inclinación de cabeza en señal de agradecimiento, se bajó de la guagua gritando:

—Yo guanche. ¡Oh Cenobio!

Ha pasado más de 30 años y hoy es portada del periódico:

Encontrado un cavernícola de rasgos arios en el bosque de laurisilva  del barranco de Azuaje.  Sobrevivió  en nuestra selva, vestido con pieles de cabra, usando como instrumento depilatorio  un trozo de cerámica afilado procedente de un búcaro aborigen.

Los científicos especulan con un eslabón perdido que vincula a los antiguos canarios con razas norte europeas, mientras que algunos historiadores sostienen que se trata de un descendiente de algún genocida Nazi que recaló en la isla.  

Que elástico es el mundo en que se mueven los eruditos. Si supieran que Hans solo es un turista, que vino desde su Hamburgo natal, fascinado por nuestros volcanes y nuestra cultura.

Así se escribe la historia - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez