Desconsuelos

En una familia con siete hijos se pasan estrecheces. Cuando alguno de nosotros caía enfermo, el médico aconsejaba a mi madre que nos diese en la dieta frutas o zumo de naranja. Ella asentía avergonzada porque sabía que no podría  comprarlas.

En esa época, la mayoría de los juguetes que tenía eran los averiados que me dejaban; por eso cuando el día de Reyes me regalaban algún juguete, bastaba con que fuera nuevo, aunque no fuese él que había pedido. Soñaba con tener una carretilla o un triciclo como los de mi amigo; en su casa fue donde primero probé el flan de huevo y el Nesquik.

Pero la vez que realmente me afectó fue cuando unos vecinos vinieron de vacaciones desde el Aaiún, donde vivían y trabajaban. Como su sobrino me había hablado tanto de ellos, esperaba su llegada con ilusión; pero llegaron y ni siquiera repararon en mí. Trajeron regalos para los niños de la familia y para algunos vecinos, y lo repartieron en mi presencia. Esto me marcó tanto que hasta hoy tengo especial cuidado en no cometer el error de ser desconsiderado y desilusionar a ningún crío tan burdamente.

Desconsuelos - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez