Mi casa también tenía piscina

Uno de los mejores recuerdos de mi infancia es el baño que me daban mis hermanas en un barreño de zinc en la azotea de mi casa. Me metían dentro y me aplicaban la manguera del agua de abasto, que aquellas horas del atardecer del verano estaba tibia, porque antes de asfaltar la calle las tuberías se calentaban con el sol.

Ese era de los baños más placenteros que había en aquella época; el resto de las veces, o te duchaban con agua fría o calentaban agua al fuego en un caldero y la mezclaban hasta dejarla tibia para aclararte con ella. Utilizaban una taza o un pequeño calentador para echártela por encima.

Estos eran una vez en semana, ya que el aseo diario consistía únicamente en lavarte la cara al levantarte, las manos antes de comer y los pies antes de ir a la cama; eso claro, si tu madre o tus hermanas estaban encima de ti, o directamente lo hacían ellas; pero si esto ocurría no te librabas de que te restregasen el cuello y detrás de las orejas con un estropajo.

Mi casa también tenía piscina - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez