Nos dejamos timar

De regreso de una de las visitas que hacía con mi madre a los médicos de la capital, y de camino a la parada de la guagua que nos traería de regreso, fuimos abordados por una gitana que se ofreció a leerle la mano y darle el típico ramito de romero. Aún no me explico por qué accedió. Como yo estaba más alejado, sólo oía la cantinela de su característico acento, pero sin entender nada de lo que decía. Mi madre asentía ensimismada a todo lo que la “adivina” le decía. Vi como sacaba el monedero para darle dinero. Desconfiado me acerqué rápidamente. La gitana seguía hablando en tanto que ella le daba dinero y se callaba a la espera de más, manteniéndola sobre ascuas. Al ver que yo ya estaba cerca, se apresuró a darle el romero y profiriendo una rápida “bendición” se despidió. Cuando subimos a la guagua estaba tan avergonzada que me pidió que no contara nada en casa.

En otra ocasión fui yo el timado mientras me encontraba descargando el coche. Tenía el coche abierto con equipos muy costosos a la vista, cuando se acercó un exaltado diciéndome que le habían robado y que necesitaba dinero para un taxi. Los síntomas que presentaba eran los típicos de alguien que tiene el mono; aunque según él, quería ir en taxi a la comisaría a denunciar el robo. Me juró que al día siguiente vendría a la empresa y me devolvería el dinero. Temiendo que ante mi negativa decidiera salir corriendo con algún equipo del maletero le di quinientas pesetas. Mientras se alejaba di por perdido el dinero. Curiosamente lo único que me preocupaba era que nadie se hubiese dado cuenta de mi estupidez; como cuando te caes y te levantas corriendo, mirando alrededor esperando que nadie te haya visto.

Pero esos timos son solo un juego de niños, comparados con el orquestado por los políticos corruptos y la banca, provocando los desahucios, el paro, y en definitiva, la ruina de familias enteras.

Nos dejamos timar - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez