Tiempos de costura

Cuando la conocí le hice la típica pregunta:

—¿Estudias o trabajas?

—Las dos cosas, estudio corte y confección, y trabajo en mi casa— lo dijo con tanta ingenuidad que me atrapó.

Luego me contó que sus cuñadas la matricularon en un curso por correspondencia para hacerlo juntas, pero aunque las otras abandonaron, ella siguió adelante. Le quedaban algunos exámenes que superar en la academia antes de recibir el diploma. No conozco a nadie que haya aprovechado más un curso por correspondencia. Su padre se quedó al paro al poco tiempo de obtenerlo, y ella tuvo que montar un cuarto de costura en la azotea.

Pronto se corrió la voz por el barrio y empezó a aumentar la clientela. Entre los encargos de algunas clientas fijas, los arreglos y los disfraces de carnaval, iba ganando algo para ayudar a la economía familiar. El trabajo se acumulaba y la vieja máquina de su madre no era suficiente para atender tanto encargo. Soñaba con una máquina moderna, con muchos puntos, motorizada y hasta con una bombilla incorporada. Los domingos cuando paseábamos por la calle larga, siempre se paraba frente al totem publicitario de la tienda de Alfa y admiraba los diferentes modelos expuestos.

Por mucho que intentaba ahorrar no era suficiente. Aunque con la nueva máquina podría atender más encargos, unido a lo que ganase dando clases a las niñas en la vieja, podría hacer frente a las cuotas mensuales; pero no se arriesgaba a invertir sin garantías. Entonces yo, aunque  pertenecía a la hermandad del puño cerrado, decidí sacar parte de mis ahorros del banco y dejarle el dinero que le faltaba.

Otras chicas de su edad, cuando se paraban delante de los escaparates soñaban con lucir los trapitos que portaban los maniquíes. En cambio, ella solo se fijaba en sus detalles para aprender a confeccionarlos.

Creo que jamás he realizado una inversión mejor amortizada que esa, pues a partir de ese momento tuvimos más tiempo para nosotros, ya no se pasaba las tardes encerrada en la costura.

Bueno, eso duró hasta que decidimos casarnos y volvió a encerrarse, pero esta vez para hacerse su propio traje de novia.  

Tiempos de costura - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez